La primera película del mexicano Jorge Michel Grau se aleja de las convenciones del cine de terror para contar una historia donde lo menos escalofriante es la sangre que se ve en pantalla.
por Noel Hernández
El planteamiento es el siguiente: una familia de caníbales se dedica a cazar humanos. Hasta ahí nada nuevo. Por lo menos no en el cine de horror. En éste, las historias de familias asesinas que entran en el lapso temporal que va de, dígase, The Texas Chain Saw Massacre (Tobe Hopper, 1974) a The Last House on the Left (Dennis Iliadis, 2009), están delimitadas argumentalmente por unas coordenadas que encierran un pequeño espacio imaginativo.
Territorio pisoteado una y otra vez por cantidad de productos y subproductos que han repetido hasta la saciedad los mismos trucos y recursos narrativos. La opera prima de Jorge Michel Grau, sin embargo, sale por la tangente y sólo pasa por los lugares comunes del género en contadas ocasiones. (Concretamente al final de la película, cuando ésta pierde algo de fuerza).
En la línea de Let the Right One In, por citar otro éxito del cine de terror moderno que se caracteriza por lo atípico de su propuesta, está Somos Lo Que Hay. Con atmósferas hipnóticas y soñadoras como las de la cinta sueca que, si bien no llegan a alcanzar su redondez y poesía, tampoco llegan a ser tan claustrofóbicas. El equilibrio de peso interpretativo de los personajes, que se subraya técnicamente con la cámara dejando en foco sólo al que interviene en cada momento, consigue un juego de espejos que da claridad a lo que a priori parecería un relato demasiado hermético.
La película de Grau acierta plenamente al introducir el comentario social. Y no de manera velada u obscura, sino directamente, sin tapujos. En ella existen policías incompetentes y corruptos que no son capaces de resolver el asesinato de mujeres (aunque el escenario sea el DF, es Ciudad Juárez lo que viene a la cabeza). También señala la diferencia de clases, la necesidad de limpiar (como se muestra literalmente en la primera escena) al paria, al excluido, para que no ensucie la impoluta realidad de las minorías pudientes. Y de la sociedad a la familia, el núcleo de dónde sale el mal según desprende Somos Lo Que Hay. En ésta hay de todo. Desde luchas jerárquicas, hipocresía y dobles raseros hasta sugeridas relaciones incestuosas.
Por supuesto no todo es diferente y original en esta película. Como buen director novel Grau también ha sabido rendir tributo a sus influencias. Así comienza su filme con un guiño al George A. Romero de Dawn of the Dead. (¿O acaso no es ese hombre un “zombie” deambulando por un centro comercial?).
La mujer que canta un bolero en el tren y deja un enigmático mensaje es puro David Lynch. Hasta referencias pictóricas hay, como a Edward Hopper en la fotografía de desolados paisajes nocturnos de carreteras y gasolineras desiertas.
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